jueves, 19 de mayo de 2016

Iglesias

 Iglesia San Pedro Claver

La iglesia San Pedro Claver es un templo colombiano de culto católico dedicado a San Pedro Claver, cuyos restos se encuentran en su altar mayor dentro de la Iglesia
Se localiza en la esquina de la calle 31 con carrera 4, justo enfrente de la Plaza de la Aduana, en pleno sector turístico de la Ciudad de Cartagena de Indias. Pertenece a la jurisdicción eclesiástica de la arquidiócesis de Cartagena de Indias.
San Pedro Claver fue un sacerdote jesuita que trabajo en Cartagena de Indias y se dedico especialmente a la protección de los pobres esclavos, la defensa de los derechos humanos y la lucha por la libertad. Fue conocido como “Esclavo de los Esclavos”
El templo hace parte de un conjunto de edificios religiosos que se complementa con el Claustro de San Pedro Claver y el museo arqueológico. Fue construido entre 1580 y 1654, bajo los parámetros de las construcciones coloniales, la fachada de la Iglesia fue fabricada al igual que la mayoría de construcciones de la época con piedras coralinas. Originalmente fue conocida como iglesia de San Juan de Dios, desde 1622 se le llamó iglesia de San Ignacio de Loyola y en la actualidad recibe el nombre de San Pedro Claver.
En el año 1988 la Iglesia fue restaurada y en 1921 se añadió la actual capilla la cual además de ser históricamente representativa, es un punto de referencia muy importante desde varios lugares de la Ciudad e incluso desde el mar.
Además de seguir funcionando con fines religiosos se le añadió un museo en donde se pueden admirar obras de arte y el claustro el cual también tiene una riqueza natural considerable al estar repleto de grandes árboles y generar un vista maravillosa a los visitantes.
Por su significado histórico, valor arquitectónico y cultural, el templo, fue declarado Monumento Nacional por medio del decreto 1.911 
La iglesia se encuentra a 200 metros del Parque Bolívar y su horario de atención es de lunes a viernes de 8:00 a 17:30 hrs y los sábados y domingos de 8:00 a 16:00 hrs.

Iglesia Santo Domingo

Convento establecido a partir del siglo XVI en la ciudad Cartagena de Indias, en Colombia. Su nombre canónico era "Convento de San Daniel". Hasta el siglo XIX mantuvo una comunidad de Frailes de la Orden de Predicadores o Dominicos. Luego el edificio fue expropiado y entregado a la diócesis de Cartagena, sirviendo como Seminarios, colegio y luego instituto de bellas artes. Recientemente fue restaurado. Es uno de los sitios turísticos más importantes de la ciudad.

En 1531, Dos años después del primer arribo de los frailes dominicos a las costas del llamado “Nuevo Reino de Granada” y siguiendo el método utilizado de evangelización unido a la Conquista, un pequeño grupo de ellos acompañó al conquistador Pedro de Heredia en su tarea de exploración de la región de Calamarí.
En 1531, Dos años después del primer arribo de los frailes dominicos a las costas del llamado “Nuevo Reino de Granada” y siguiendo el método utilizado de evangelización unido a la Conquista, un pequeño grupo de ellos acompañó al conquistador Pedro de Heredia en su tarea de exploración de la región de Calamarí.
En junio de 1533, se fundó la ciudad de Cartagena de Indias, pensada desde un comienzo como una ciudad-puerto de gran relevancia para la tarea colonizadora. Por eso, tres meses más tarde, se tramitó la creación de una diócesis en esta sede, la segunda de estas tierras, después de Santa Marta. Como primer obispo, se eligió al dominico salamantino Fr. Tomás de Toro y Cabero, preconizado el 24 de abril de 1534. Su gobierno fue breve, pues falleció dos años después, después de enfrentar serias luchas con los encomenderos, en cabeza del mismo Pedro de Heredia, debido a sus excesos con los indígenas.
Desde el origen mismo de la ciudad, los frailes se dedicaron a la enseñanza de la doctrina cristiana a los naturales encomendados, en pueblos y aldeas de la región. Como la nueva población prosperaba, se pensó en crear un convento, que sirviera de base para las tareas de evangelización, y contribuyera a la formación intelectual y a la observancia. Así, mientras se expedían las bulas para el segundo obispo de la diócesis, el también dominico Fr. Jerónimo de Loaisa, se envió la orden de organizar un convento regular en la ciudad, que comenzó a construirse ese año, bajo el patrocinio de "San José", aunque todo el mundo lo conoció como "Santo Domingo" debido a que este era el santo fundador de la orden religiosa de los Dominicos. Su primer prior fue Fr. Juan de Ávila O.P.
La primera sede del convento estuvo ubicada en la “Plaza de la Yerba” (Plaza de los Coches) y no era más que un cobertizo provisional de paja y barro, poco resistente. Y aunque existía lo esencial, la vida comunitaria, el edificio aún demoró en ser levantado.
Luego de unos agitados cruces de cartas, informes, peticiones y cédulas, hacia 1549, gracias a la iniciativa de Fr. José de Robles, se inició la construcción de la sede del Convento. En febrero de 1552 un incendio destruyó la ciudad y debió buscarse un mejor sitio para el cenobio dominicano, en un solar donado por Francisco Lípari. Como era usual, el trabajo estuvo totalmente cargo de los indígenas de las encomiendas, quienes además tuvieron que entregar parte de sus propios bienes. El aporte de los encomenderos españoles en un comienzo fue mínimo. Por ello, la edificación inicial no era gran cosa: una rústica casa de paja y barro, con una capilla, en la cual, por su fragilidad “no se podía tener el Santísimo Sacramento, sobre todo por el peligro de los incendios”, según se lee en los documentos.
Vinieron luego años de estancamiento, en donde, a pesar de los esfuerzos de los frailes, los españoles de la ciudad se resistían a colaborar en la construcción de la sede conventual. Mientras tanto, por sus puertas entraron y salieron numerosas misiones dominicanas provenientes de España, con destino a diversas regiones del Nuevo Mundo.
Por fin, hacia 1565, el prior Fr. Pedro Mártir Palomino, al ver que la casa amenazaba ruina, encomendó a los frailes doctrineros, aprovechar las predicaciones de la Cuaresma “a ver si podían hacer algún fruto con sus sermones y conseguir alguna limosna para empezar el suntuoso edificio de nuestra iglesia y convento”.
Y aunque existía el empeño por edificar, los fondos aparecieron muy lentamente, por lo cual dicho proceso de construcción demoró aproximadamente 150 años. Así, al tiempo que se edificaba, debía repararse lo que ya estaba construido y que se deterioraba rápidamente en la calurosa atmósfera cartagenera. Las obras sólo comenzaron en 1578. Dos años después, del nuevo convento sólo existían las bases y los oficios religiosos continuaban realizándose en sitios provisionales; mientras tanto, los numerosos frailes se las arreglaban para vivir en sólo siete celdas de tabla. Y aunque en 1596 el Rey ordenó un auxilio de 5.000 pesos para el convento de Santo Domingo y el de San Agustín, en 1623 el techo de la iglesia conventual apenas cubría la mitad de recinto. Por fin, en 1630 se terminó el templo, pero al concluir el siglo XVII aún el primer claustro conventual permanecía inacabado, y encontramos todavía en 1730 referencias a donaciones realizadas por el Rey con destino a la construcción y reparación del Convento.
La cuantiosa inversión y el largo trabajo produjeron un edificio no muy atractivo por fuera, como afirma el cronista [[Fray Alonso de Zamora]], quien lo describió a comienzos del siglo XVIII como un convento de “amarillenta fachada; esas ventanas enrejadas que parecen una prisión, esa maciza iglesia, cuyos techos redondeados semejan una gigantesca tortuga, esa cúpula aplastada, ese tosco campanario cuadrangular, esa torre inconclusa, cuyos muros agrietados en ruinas están cubiertos de vegetales y sirven de abrigo a los búhos, todo eso causa una profunda tristeza”, nada que ver con la imponencia exterior del otro gran convento dominicano en la Nueva Granada, el convento de Nuestra Señora del Rosario o "Santo Domingo", de Santa Fe. Sin embargo, prosigue el cronista, “todo eso se cambia en admiración cuando uno franquea el umbral y contempla el grandioso cuadrilátero de los claustros, de diez metros de altura y proporcionalmente anchos, en dos pisos”; un edificio amplio y ventilado, sencillo, grande, elocuente. A decir de propios y extraños, el convento de Santo Domingo era la más hermosa construcción que existía en la ciudad.
En su interior puede verse el altar barroco que posee una imagen de Cristo la cual fue tallada en madera en el siglo XIX y una imagen de la virgen que posee una corona orlada con esmeraldas y oro. Enfrente de su gran portal se encuentra una de las plazas más concurridas de la ciudad con innumerables cafés. SE encuentra igualmente la apreciada escultura de la GORDA del artista colombiano Fernando Botero 

Iglesia Santo Toribio Mogrovejo

La iglesia de Santo Toribio de Mogrovejo, una de las últimas construcciones coloniales en Cartagena, alberga el único retablo barroco que hay en la ciudad, varias pinturas murales de la época colonial y una bala que entró al templo en 1741, cuando se celebraba una misa. Se encuentra en una esquina del parque Fernández Madrid, en el antiguo barrio San Diego y su construcción se inició en 1666, bajo el nombre de Santo Tomás de Villanueva, cuando era gobernador de Cartagena don Benito de Figueroa y Barrantes. La obra, que había sido comenzada por Antonio Sanz Lozano, quedó paralizada en la fase de los cimientos, hasta que don Gregorio de Molledo y Clarque descubrió los vestigios y considerando la necesidad del templo reanudó la obra sobre parte de los viejos basamentos
Durante la colonia, esta iglesia, conservaba muy bellas imágenes antiguas, fue muy cotizada por la aristocracia cartagenera. Entre sus reliquias aún se conserva el retablo principal, la única pieza barroca religiosa de Cartagena.
Bajo el coro, el templo posee una techumbre de indiscutible influencia cordobesa, como sucede también con el alfarje (techo de maderas labradas) y con el almizate (parte plana y central de los artesonados) del altar mayor. La carpintería cartagenera está bellamente representada en las dos puertas de acceso a la sacristía. En ésta también sobresalen las dos artísticas pilas de agua bendita y el lavamanos, piezas de alabastro primorosamente labradas, al estilo renacimiento sevillano.
En su interior también pueden apreciarse algunas pinturas murales, que sobrevivieron a la cubierta de cal; y el altar mayor de estilo barroco, restaurado a fines del siglo xix y redorado el año de 1953 por el maestro Emiliano Luque García.
En el templo también se encuentra una pieza curiosa conservada en una urna cubierta con un vidrio. Se trata de la bala que fue lanzada durante el ataque del almirante Vernon al interior del templo, cuando se celebraba la misa del 27 de abril de 1741, día de Santo Toribio Alonso de Mogrovejo. La bala cayó en medio de los feligreses, sin causar heridos ni daños, lo que se considera por los creyentes como un acto divino. Por ello, la bala se conserva como memoria de la misericordia de Dios
En 2013, cuando se anunciaron las restauraciones de la iglesia, muchos avizoraron el cierre definitivo de la joya arquitectónica. Sin embargo después de dos años de intervención del claustro y el templo de Santo Toribio, sus rasgos coloniales de nuevo adornan las celebraciones navideñas de Cartagena.
El claustro donde está ubicada la Casa Cural, antes era habitado por los padres eudistas quienes tenían una casa amplia que, en algún momento, sirvió como seminario y como congregación. Hoy en día tiene un grupo de oficinas arrendadas y sus recursos están destinados para la Arquidiócesis.
“El pasado 15 de diciembre se hizo una reinauguración porque nos faltan unos detallitos como acabar la pintura del arco toral, reemplazar unas piezas del piso de la nave central que están elaborando en unas alfarerías. También hacen falta vidrios de las hojas de la ventana, acabar de colocar el fato en el andén, el amplificador y los detalles de la sacristía con una pila bautismal de más de cien años”, comenta el padre Fernando Álvarez, párroco de la Iglesia Santo Toribio desde enero de 2013.
A pesar de que la restauración tuvo un costo de 1.200 millones de pesos, cuenta el párroco que la Iglesia Santo Toribio nunca dejó de funcionar. Se acondicionó el salón parroquial durante dos años y allí se celebraron tres navidades, dos semanas santas y los sacramentos del bautismo, incluido la eucaristía diaria.

Con el inclemente sol y el calor que desafía las aspas de los inmensos abanicos que normalmente se instalan en las iglesias, el templo de Santo Toribio desde 2002 se adelantó a los tiempos y decidió implementar el novedoso sistema del aire acondicionado, convirtiéndose en la única con esta particular característica en el Centro Histórico.
“Cada vez que pasa un cochero con un grupo de turistas las palabras ya memorizadas son: Esta es la parroquia más pequeña del centro amurallado, aquí se casan los famosos, aquí se casó Montoya que donó el aire a la parroquia, y eso es mentira” - dice el párroco-, Montoya dio una parte para el aire acondicionado pero el resto del valor lo dieron vecinos y personas que aportaron”.
Lo que sí es cierto que es la parroquia más pequeña si se tiene en cuenta que el cordón amurallado está constituido por La Catedral, San Pedro Claver, Santo Domingo y Santo Toribio.
Favorita para bodas
Esta iglesia también es conocida por haber sido el lugar donde se han celebrado bodas de celebridades como la de Juan Pablo Montoya, Silvestre Dangond y miembros de la familia Ardilla.
Hasta la fecha Santo Toribio ha celebrado casi que un centenar de matrimonios. Esta iglesia es elegida por encima de otras en Cartagena, no solo por tener aire acondicionado sino también por su artesonado que se dice es el único que hay de
Su clase en Colombia y tras la restauración lo dejo totalmente original.
“El techo tiene forma de un barco volteado al revés, tiene grabados en madera de dientes de perro, pinturas delicadas, unos palomares y también el retablo del altar mayor que data del año 1666”, agrega el padre. El estipendio para celebrar una boda es de un millón y medio de pesos que se asignan para mantenimiento
 
Iglesia Santísima Trinidad

Esta iglesia, situada en el barrio de Getsemaní, fue erigida hacia el año 1600. Está dedicada a la Santísima Trinidad.
A principios del Siglo XVII, el obispo de Cartagena presentó al monarca español una petición para construir un templo en el arrabal de Getsemaní, argumentando la necesidad de que tan populoso barrio tuviese una parroquia, pues por estar fuera de la ciudad amurallada, sus habitantes estaban muy lejos de la catedral y de las bendiciones de la iglesia católica.
Esta demanda fue respaldada por el capitán Julio Evangelista, vecino del barrio, quien ofreció subvencionar la obra, a condición de que se le diese el derecho de patronato con facultad de administrarlo a sus herederos.
Así pues, el rey de España ordenó al gobernador, mediante cédula real de 1642, que le informase del número de habitantes del mencionado barrio y la distancia que lo separaba de la catedral. La elocuente respuesta derivó en el permiso real para la construcción de la iglesia de la Trinidad, que se constituyó en el segundo templo en antigüedad de Cartagena.
El templo, cuyos planos finales datan de 1716, está inspirado en la catedral de Cartagena. Al igual que en ésta, las capillas colaterales forman una cruz, sobre las que descansa una pilastra que sostiene el arco del triunfo.
La iglesia de la Trinidad es un templo de tres naves separadas por columnas de fuste que sostienen sendos arcos de medio punto. Las techumbres de las naves y el presbiterio están ornamentadas con artesonados estilo mudéjar.
Tiene esta iglesia un retablo del Purgatorio repintado por Pedro Tiburcio Ortiz Alaix en el año 1868, cuyo rasgo distintivo es que en lugar de estar representada la Virgen María presenta una imagen del arcángel San Miguel.
La portada, de dos cuerpos, es de extrema sencillez, en tanto que el último tramo de la nave del Evangelio, ocupado por una pesada torre-campanario, recuerda el de la iglesia de Santo Domingo
Se llama así desde 1643, año en que la Iglesia de la Santísima Trinidad fue terminada de construir. Tiempo después, siendo Cartagena independiente de la Corona Española, el Cabildo dispuso que se le llamara Plaza de la Libertad, en honor de los habitantes del barrio Getsemaní que se congregaban en dicha plaza y quienes participaron el 11 de noviembre de 1811 en la revolución que traería como consecuencia la firma del Acta de Independencia. También se cuenta que desde el propio atrio de la iglesia los caudillos exhortaban al pueblo enardecido.


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